El libro de las vocales olvidadas

Por: Horacio Benavides

Arte por: Alejandra Campo

HABÍA un aljibe y en el fondo
el agua oscura brillaba
Cerca, entre las piedras
un manzano de Castilla
Sus hojas de un gris azuloso
sus manzanas
pequeñas lunas
en la noche clara
Le gustaba al hombre
sentarse en una piedra
y echar volutas al cielo
La claridad lo alejaba
lo ponía en el recuerdo
Los niños tiraban la cuerda
El balde que se demoraba en caer
soltaba un chasquido luminoso
 “Apúrenle hijos”  decía
“anima el agua que se bebe al despertar”

EL ZORRO que avanzaba
por la orilla del camino
le puso fuego al matorral con su cola
y huyó

“¡Qué zorro tan listo!” Dijo la niña
“No fue el zorro” contestó el niño
“aquí lo que hay es un entierro
esa candela es la lumbre de un muerto”
“Los muertos no alumbran”
“Pero el oro de los muertos sí”
“Qué candela tan fría, mejor vámonos”
“Dejemos una señal, volveremos mañana”

Siguieron el camino
y una llamita helada
les alumbraba el corazón

 

EL JOVEN lleva una cometa
bajo el brazo
con el otro se apoya en su muchacha

El niño los ve subir por la colina
cada vez más cerca el uno del otro
 y siente envidia

él que aún no conoce el amor
ni las cometas

No hay viento en la colina
que el hombre mira
pero los árboles siguen inclinados

ahora que la cometa
es una estrella
en el cielo negro

 

INCLINADOS sobre la boca del pozo
mirábamos la negrura abajo

y de pronto
la rana
sobre la roca

La rana húmeda de pasado
como esculpida en piedra
en puro jade

luna en la noche antigua
saliendo del agua de nuestros ojos


“VAMOS A darle la vuelta al mundo
yo voy adelante y tú me sigues”
Montaron sus caballos de palo
le dieron una vuelta al patio al galope
y tomaron el camino real
Los caballos con las crines
azotadas por el viento
corrían levantando chispas de las piedras
Ellos con la cabeza sobre el cuello de las bestias
y la respiración contra el huracán
golpeaban con los talones sus ijares
Los caballos ya no atendían el freno
desbocados
se hundían en la noche
Pasado el tiempo
salían del otro lado
soltando espuma por la boca
resplandecientes de sudor
bañados de luna


PARECÍA ramonear
entre las hojas bajas de los árboles
pero no podíamos ver nada

Parecía revolcarse
sobre la hojarasca
resoplar y quejarse un poco

Después de un silencio prolongado se marchaba

Sus pasos se perdían en la noche



SENTADA en cuclillas
en el centro del patio

se ha descuidado mientras
sus manos tejen
un hilo invisible

La falda recogida
sobre los muslos
blancos a la luz de la luna

y en la gruta de vello muy negro
el pétalo rosa
su fuego que nunca se apaga



“ESOS QUE pasan por el camino son los Tapia,
van arreando el ganado robado,” decía la voz

Y los niños escuchábamos el ruido de los cascos
el mugir de un ternero separado de su madre

“Lo llevan al otro lado
a las tierras secas donde lo pastorean
Se sientan sobre un promontorio
desde el que divisan todo el valle
y vigilan con sus escopetas cargadas”

Y veíamos a los hombres
color de tierra
sus sombreros de paja, blancos

Y  oíamos el viento
sacudir  las chamizas de los guayabos
silbar sobre las piedras