
Cuento. A Luis le cobran a puños el ser joven y marica, y él solo tiene la vida como arma y escudo.

Léala varias veces, pues hace falta detenimiento y atención para familiarizarse con Los Once, novela gráfica que vuelve la mirada sobre la toma del Palacio de Justicia. Entre páginas blancas y páginas negras, el libro construye dos planos: el de la abuela ratona y su nieta y el de los animales que experimentan la confusión de los días violentos. Sin embargo, el peso final no recae sobre ninguno de estos dos colores, sino más bien sobre los matices. Los grises, las tramas y mallas rítmicas, los puntos de encuentro que disuelven la magnitud abrumadora del acontecimiento nacional en la dolorosa historia de los familiares de aquellos que fueron desaparecidos, los once. Las imágenes y el ritmo de la narración aseguran la unión, y tras el encuentro de los testimonios y comunicados que iluminan las páginas negras, la ansiedad pensativa que llena de melancolía e inocencia las páginas blancas y el caos vibrante de las escenas de conflicto, lo que nos queda, finalmente, es una misma dimensión que lo recoge todo. Un lugar donde se encuentran el dolor y la urgencia de los implicados, y que difícilmente puede ser burlado por los partidos de fútbol o el razonamiento práctico militar.
Esta narración se parece a los recuerdos, cuando son como una mezcla de tristeza y ficción. Para decir más, los recuadros narrativos acompañan las imágenes de la misma manera que la nostalgia acompaña esas fantasías nuestras en las que nos imaginamos en el lugar en el que debimos estar, pero no estuvimos. La abuela ratona, madre de uno de los desaparecidos, nos habla de sus actividades ordinarias a medida que su voz se va quebrando. Allí la vemos con su nieta en las páginas blancas, ella siente la inminencia de la tragedia y, entretanto, nosotros vemos cómo se desata el terror.
Como se podrá imaginar, las cosas de las páginas negras ocurren en el Palacio de Justicia, que se encuentra en la Plaza de Bolívar. Las plazas, esta en particular, son lugares de encuentro que suelen llenarse de palomas, hormigas y flores. Quizás en atención a eso esta novela, donde se encuentran palabras, imágenes y todas las historias que mencionaba anteriormente, está llena de ratones, mirlas, palomas y fieras. En ella, los ratones, los once, toman chocolate y comen queso y pan tibio, otros andan bien vestidos y son conversadores. Las mirlas, por su parte, usan boinas estrelladas y cantan lindo al comienzo, pero luego hacen ruidos espantosos. Las palomas, señaladas con cruces humanitarias, llevan mensajes e intentan salvar a los heridos. Las fieras, en cambio, hacen cosas de fieras, y tienen una terrible debilidad por el fuego. ¿Necesidad de naturalizar la violencia para hacerla más comprensible? ¿Influencia de otras obras gráficas que han desarrollado sus personajes de manera similar? Lo cierto es que en Los Once, los personajes animales aportan gracia y plasticidad a una narración que tiene como tema un episodio confuso y oscuro.
Para terminar, hay algo en esta novela que resulta muy inquietante. En un par de ocasiones, las ratonas aparecen dibujadas junto a las pantorrillas de alguna pareja de humanos. Esto sucede cuando las vemos fuera de casa, compartiendo su vida con otras personas que no están siendo afectadas directamente por el conflicto, oyendo noticias por casualidad o buscándolas ávidamente. Por un efecto del plano utilizado para situar a estas parejas, no vemos sus caras y de ellas apenas sabemos que usan faldas y pantalones. Mientras todos los animales se agitan, sufren, mueren, salvan el pellejo o quedan en el suspenso atroz de quien espera una señal, hay personas, lejos del lugar, lejos de la plaza, que no parecen tener mayores afanes y de quienes solo conocemos el discreto calzado. ¿Quiénes son esos? Yo creo que podría ser usted y también creo que podría ser yo, en todo caso, esa respuesta, como muchas otras, no debería sernos indiferente.
Título: Los Once
Autores: Miguel Jiménez, José Luis Jiménez y Andrés Cruz
Publicación: noviembre de 2013
Editorial: Laguna Libros
Formato: 24 x 15 cm
Páginas: 120
P.V.P: $ 25.000
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