Los días

I
Paciente crece
la hierba de los años;
el fuego, en breve.

II
La hoja terca
ser. Caer obstinados sin
estruendo alguno.

III
Al calor del día,
la cigarra se queja,
el bosque calla.

IV
En el camino,
el grillo canta su son.
Un pie lo aplasta.

V
Cae en la quietud del
bosque una manzana.
Nadie lo sabe.

VI
Al calor de la
tarde la cigarra no
busca la sombra.

VII
La piedra el eco,
la espera. Un gorrión canta;
sorda la piedra.

Los ritos

I
En Guatavita
un niño cuenta los días,
las calles vacías.

II
El cacique,
a la hora del silencio,
duerme despierto.

III
Dile adiós a esa
piedra del camino si
vuelves por aquí.

IV
En la vereda,
las nubes son morosas
vacas que pastan.

V
Al despertar no
sabrás que soñabas el
mundo, la nada

VI
El otro día, del
monte, se elevó un cóndor.
Ya no ha vuelto.

VII
Nuestros perfiles,
al respirar del fuego,
danzan inquietos.

VIII
En la alcoba un
suspiro se eleva. La
noche despierta.

IX
El enorme mar
sabe más que el pez; guarda,
infame, las eras.



Los adioses

I
Porque la vida
Es la brisa que con los
Años nos barre.

II
Cuando, cansado,
escojas la vida, la
vida ya no más.

III
Ausentes caemos
como gotas de lluvia.
Abajo el suelo.

IV
Así nos vamos:
con adioses rotundos,
besos al viento.

V
Somos gracias al
ausente brillo de la
fría estrella.

VI
En la mañana,
hay quien fue, miró y vio.
Vio el desierto.

VII
Nos acompañamos
mientras nos vamos de la
vida. Sólo eso.

VIII
Ya que termine
el monje su bendición,
seremos ayer.

IX
Entender que aún no
somos más que el aire hondo
que nos estrecha.



Estos haikús obtuvieron el tercer puesto en el Primer Concurso de Haikús organizado por el Grupo Estudiantil Simurg del Departamento de Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.