
Las efemérides de García Márquez son una buena oportunidad para preguntar cuántos colombianos han leído su obra.

Nunca nos presentaron formalmente.
Comenzamos a hablar sobre albañilería
y pronto ya sabíamos del otro
a qué fortuito rumbo adjudicarle
estar ahora aquí, tan lejos ambos
de nuestro respectivo punto de partida.
Cada tanto me llama por algún trabajo
o llega hasta mi puerta para intercambiar una herramienta.
Ahí te busca Santiago, me avisan.
México, ¿cómo va?, me dice.
No es que se olvide de mi nombre o no lo sepa;
sabe muy bien cómo me llamo.
Solo decidió llamarme así: México.
En segunda y tercera persona, México.
Porque aun con los demás, cuando me nombra
lo hace de esa manera, dándome el nombre del país entero,
de toda esa reunión de tierra y agua y poblaciones,
de todos esos Méxicos tras la palabra México,
de todas las personas que han nacido en él
y han muerto en él, y viven ahora mismo en él,
gozando y padeciendo sus rituales y sus crisis,
brillando y deformándose con él,
ignorantes de uno que aquí, que no conocen,
es en sí mismo lo que todos ellos son allá.
Mi voz debe sonar a sus volcanes, a sus playas,
ciudades y caminos, plantas, carreteras.
Si Santiago me pregunta cualquier cosa,
no me pregunta a mí realmente, sino a México.
Y debo ser México a pesar de sus fronteras,
del tiempo fuera de él y la distancia.
Y soy Chapultepec y Veracruz,
San Luis y Monte Albán, Zihuatanejo y Guanajuato.
Soy Tepito y Querétaro, Texcoco y Villahermosa,
Soy el Día de Muertos y la Guelaguetza,
Las Mañanitas y La Puerta Negra, La Bamba y La Llorona,
Soy el Himno Nacional y el Huapango de Moncayo.
Soy el mezcal y el chocolate, el mole, las tortillas.
Soy José Alfredo y Sor Juana, Cantinflas y Tin Tan.
Yo soy Nezahualcóyotl y Siqueiros,
Lizalde y Juan Gabriel, Hidalgo y Juárez.
Soy técnico y rudo, chiva y crema,
chilango y oaxaqueño, purépecha y jarocho,
Virgen de Guadalupe y Frida Kahlo,
obsidiana y acero, águila y sol.
Un día, no sé cuándo, volveré
y no seré yo, sino México volviendo a México.
Antes, Santiago, varias veces más,
me encontrará de pronto por la calle
y gritará desde los lejos ¡México!
para que me detenga y lo salude...
Santiago,
es decir, Ricardo,
de Santiago del Estero.
Las efemérides de García Márquez son una buena oportunidad para preguntar cuántos colombianos han leído su obra.
Parecía tranquilo, como si estar muerto fuera tan simple como flotar en el agua.
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