Dios no visita los países latinoamericanos

Por: Fabricio Gutiérrez

Arte por: Lulo Febril

 

1

La lancha de rescate chocó contra el cuerpo.

Más de una hora buscando el cuerpo de mi primo

y lo encuentran pasándole encima.

Cuando lo sacaron, el rostro estaba desfigurado:

fue la misma lancha, observó alguien.

Mis tíos estaban furiosos,

yo sentí que la vida se reía de nosotros,

como si desde el agua, con una mano, además, nos salpicara.

Se llevaron el cuerpo.

Mis tíos y yo regresamos a casa.

El aire de la mañana era fresco como un puñado de hierba

–con hormigas– en la garganta.

 

2

Las aguas del río son un buen lugar para dormir.

Acomodo mi almohada

–que consiste en una bolsa con mis pocas pertenencias–

y recuesto la cabeza.

La corriente se inquieta, trata de quitarme de la mano a mi pequeño hijo.

Despierto a mitad de madrugada, el ruido de las patrullas fronterizas

me hace pensar en el color azul.

Me entretengo dejando una mano hundida hasta perder la sensibilidad.

Pasadas las cinco de la mañana, el nivel del agua sube cubriéndome por completo,

entonces cierro los ojos y trato de conciliar el sueño

aunque la respiración se me dificulta un poco.

 

3

Encontraron el cuerpo de mi hermana en un desvío de la carretera,

tenía las manos pegadas al cuerpo de tal forma

que parecía tener dolor de estómago.

Llegué al lugar en la camioneta,

mi madre no quiso bajar,

sus ojos parecían dos hojitas cargadas por hormigas.

Un grupo de jóvenes fue quien encontró el cuerpo

en busca de un lugar donde tomar,

se tomaron una selfie antes de avisar a la policía.

Tan pequeñita mi hermana.

Pasé mi mano por su cabello.

Sus mejillas estaban calientes por el sol de la tarde.

La levantaron dos camilleros que no ahorraron

comentarios de mal gusto por el olor.