
Selección y traducción de la poesia de la escritora argentina

Ana, quién es esta Ana Mardoquea que llega con su pelo en pecho, toda barbuda, a mostrarme la Bucaramanga que llevo conociendo toda mi vida? Yo, lector bumangués, envidioso santandereano, inicié el libro con arrogancia, buscándole errores que título tan feo para terminar diciendo: Ana, parcera, dónde está que tengo que decirle algo, que libro tan áspero. La ciudad narrada desde las estatuas, desde la mujeres olvidadas, maltratadas, resignadas, con punketos redescubriendo el miedo, soldados que “creen” en el valor y la familia, con comentarios satíricos, narradores pacientes y narradoras emputadas. Con metáforas sutiles (tremendo ese Camilo apestoso), con personajes incómodos y tragos baratos. He habitado este libro de cuentos desde que me muevo solo por Bucaramanga y hasta ahora me entero. Pero entonces el envidioso santandereano salta. Ana, parcera, déjeme decirle algo: los de la CUT no son comunistas, y la palabra libertaria está muy lejana del significado de libertad. Los libertarios apoyan a los banqueros. Ana, manita, vamos a la tumba del alemán y hablamos de otro tipo de hombres que no son tan malparidos.
Este libro de cuentos, contiene suaves pinceladas de grandes autores (el cuento que inicia el libro hace un consciente diálogo con Roberto Bolaño), todas localizadas en Bucara, con atrevidas muestras de originalidad, y viscerales miradas de lo urbano, del tiempo, de nuestro mundo.
Mi Bucaramanga, mi ciudad queloide, tiene muchas maneras de ser narrada, y me alegra que El miedo tiene los ojos grandes lo consiguiera de manera tan acertada. Caminar con los punketos exiliados divirtiendose con la frustración y el fracaso, pasando de parque a parque por la Bucara que manda sus tombos atortolados a tratar de esconderlos, porque quiere jugar a los normales. Ana Mardoquea me regaló unas páginas de su viaje por el mundo que, ella no lo sabe, se parece mucho al mismo que me vio crecer.
Entrevista a Ana Mardoquea, autora de El miedo tiene los ojos grandes:
¿Quién es Ana Mardoquea y quién es Gustavo Sanabria Galvis?
Gustavo es un profesor de filosofía que trabaja en un municipio pequeño de Urabá y Ana Mardoquea es la máscara que Gustavo ha elegido para mostrarse. Un nombre, un personaje, una fachada, un homenaje. Ana Mardoquea es una mujer rebelde, llena de rabia y cinismo, que ataca con sus dibujos y escritos. Inventa cuentos, cómics, ensayos, retratos y crónicas. Ella ríe mientras ve al mundo caer. Y mientras ella goza en el apocalipsis que hemos hecho para nosotros mismos, Gustavo intenta construir un poco de esperanza en el aula de clase. Él no se ríe, saluda con distancia desde antes de la pandemia mundial, confía en los libros y en sus estudiantes. Algunos de ellos saben que el profesor es escritor, y luego de leer sus cuentos regresan sorprendidos de encontrar en esos textos a otra persona muy distinta. Al fin y al cabo, somos la misma persona. Me bauticé bajo el nombre de Ana Mardoquea en memoria de una amiga que se suicidó. Travestí un nombre de un rey del Antiguo Testamento en honor a ella. Como cualquier muerto, ella me entregó sus sueños truncados y yo los hice propios. Uno de esos sueños fue viajar como mochilera por Latinoamérica. Años después de su muerte, dediqué un año entero a recorrer nuestro sur. En la carretera, un mismo cuerpo puede vivir muchas vidas. Trabajé en casas de familia y como recepcionista en Ecuador, cocinando desayunos en Perú, en fincas y barcos, vendí comida y caricaturas en las calles de Bolivia, me adoptaron los indigentes de Buenos Aires. En todas esas vidas fui ella, fui mi amiga, y decidí escribirlo. En el blog pueden encontrar algunos inventos, híbridos entre el dibujo y la escritura, pero en realidad hay experiencias que aún estoy buscando la forma literaria adecuada para plasmarlas. Ese será mi próximo libro.
¿Por qué escogió ese título para su libro?
“El miedo tiene los ojos grandes” es una frase de Antón Chéjov, la saqué de uno de sus primeros cuentos. Chéjov marca un derrotero para los cuentistas, sin romanticismo, sin héroes de grandes ideales colectivos, cuenta las historias cotidianas de personajes abandonados a su propia libertad. Elegí esa frase porque todos los cuentos tienen personajes que tiemblan ante algo superior. No se trata de Dios, ningún Dios hay en esta época que pueda consolarnos, pero sí hay otras divinidades mundanas y degradadas. Tenemos miedo a las otras personas, que idealizamos y ubicamos en un nivel superior, como queriendo usurpar el trono vacío que dejó la divinidad. En el libro pueden encontrar relaciones pavorosas que se disfrazan de amor, un amor venenoso y masoquista. Es nuestra elección someternos, es nuestra decisión ser esclavos. Estos personajes asumen sus decisiones hasta el punto en que la tragedia se hace inevitable y se convierte en un dilema: ¿continuo con este amor que me lacera o elijo la soledad? ¿mantengo mis principios políticos o renuncio a ellos? ¿Insisto en la estabilidad de una vida cómoda o me arriesgo a una aventura sin futuro? ¿prefiero invertir mi vida en mis deseos más íntimos o prefiero el anonimato de camuflarme en una multitud de “normales”?
¿Qué significado tiene esas ilustraciones de la portada?
Para la portada dibujé siete máscaras del Valle de Sibundoy, en el Putumayo. En general, las máscaras se usan en tiempos de carnaval, donde las leyes se suspenden, y para causar miedo. Estas máscaras son rostros humanos desfigurados, los monstruos en que nos convertimos cuando tenemos miedo o lo provocamos, cuando sufrimos o cuando ejercemos violencia. Un miedo bastante común es el miedo a la muerte, que tiene diferentes formas de presentarse ante nosotros, digamos que diferentes máscaras. Nosotros, mortales, adoptamos también un gesto como respuesta al disfraz con que la muerte se nos acerca. Los estoicos relajan un semblante de tranquilidad, los cristianos sonríen con el regalo de la gracia, los existencialistas hacen una mueca de gusto morboso. Para el filósofo Emmanuel Lévinas, la agonía del otro es un llamado al amor. Para Hegel, la capacidad de amenazar a otro de muerte y mantenerlo aterrorizado pero con vida es la posibilidad de esclavizarlo. De alguna manera estas diversas máscaras de la muerte aparecen en los cuentos de este libro. Pero hay una de la cual disfruto reírme, esos personajes que entregan su vida a grandes ideales y se convierten en la caricatura de un dios fracasado. Hay un cuento de una mujer que por miedo al futuro decide formar una familia; en otro, durante una conversación de bar, un militar patriota y un profesor revolucionario confrontan sus ideales que se concretan en una sola mujer.
¿Por qué seguir haciendo literatura?
No solo de pan viven los seres humanos.
¿Cuál es el papel de las mujeres (y lo femenino) en su obra?
Hace unos meses un lector se me acercó a decirme que luego de leer el libro concluyó que nunca ha conocido a una mujer de una forma tan íntima. Que siempre las ha utilizado como objeto, nunca las ha escuchado. Muchos de mis personajes son mujeres que sufren algún tipo de violencia por parte de hombres. Relaciones de amor, de autoridad, de familia, de trabajo, de amistad, en todas puede haber violencia. Pero me causa curiosidad explorar dos figuras. La mujer rebelde que acaba siendo sumisa y la mujer humilde que dentro de sus límites de obediencia encuentra espacio para la rebelión. Inicio uno de los cuentos con la siguiente cita de Elisa Mújica: “la verdad era que no deseaba portarme sino de acuerdo con lo que se esperaba de mí. Ir contra la corriente me destrozaba”. La esclavitud de someterse a las expectativas ajenas parece mucho mejor que levantarse contra lo establecido. Aunque la rabia desgasta, se siente en estos personajes femeninos el rechinar de los dientes, el deseo de ver el mundo arder y lanzarse ellas mismas a la hoguera.
Habla de Elisa Mujica, ¿cómo la conoció y qué tanto ha influido en su obra?
Leyendo un ensayo sobre pensamiento colombiano. Llegué a su obra gracias a un pie de página que la nombraba como una escritora bumanguesa. En breve, leí dos o tres de sus libros y me puse a buscar en Bucaramanga quién sabía de ella. Hice buenos amigos con esa búsqueda antojadiza. Fascinado por su figura escribí un cuento sobre una joven escritora que tiene prohibido por su padre leer literatura. En su novela “Catalina” encontré el lenguaje secreto de las flores, encontré una crítica a los supuestos héroes santandereanos, encontré la manera de dejar una cultura sin mitos fundacionales. Sus primeros escritos tuvieron un tono comunista que luego, con su estadía en España, se convirtieron en música de iglesia. Abandonó el comunismo porque consideraba una contradicción una institución que proclamara liberarse de la esclavitud de las costumbres tradicionales y, sin embargo, las amara. Con su conversión al catolicismo inició discusiones interesantes que se hacen evidentes en sus ensayos, novelas y cuentos. Por ejemplo, para ella una auténtica figura de transgresión, sin préstamo alguno de la perspectiva masculina, es Santa Teresa. Esta santa hizo accesible la vida contemplativa para todas, aún para las más alejadas. Elisa Mújica desarrolla la perspectiva femenina dentro de la tradición católica de una manera maravillosa. La escritora inició en el comunismo por una búsqueda de justicia que encontró mejor consumada en la creencia de la resurrección de los muertos. Para ella, la perspectiva femenina es un cosmos: “por mi carne pasiva cruzaban mil corrientes que se unían al mundo”.
Habla de Bolaño, y su primer cuento sigue un estilo muy cercano a este autor ¿cómo lo conoció y cuál es la influencia de este autor en su obra?
Para mí, Bolaño fue un mapa para elegir qué escritores y escritoras debía leer para escribir cuentos. Antón Chéjov, Ernest Hemingway, Raymond Carver, Carson McCullers, Lucia Berlin. Una serie de cuentistas que narran la vida ordinaria, carente de heroísmo, abandonada por Dios. No hay fantasía, estos cuentos son el recuerdo de que no hay nada especial en nuestras vidas y que eso precisamente es la maravilla de nuestra libertad. No hay eternidad, no hay sentido, no hay nada más grande que nosotros a lo que podamos entregar nuestra vida y que a cambio nos otorgue la plenitud, pero sí tenemos la libertad de encontrarle un significado a nuestro tiempo.
¿Qué significado adquiere el punk en su obra?
Escucho punk cuando escribo. Algo de punk quedará en lo escrito.
¿Cómo ha influido Bucaramanga en su obra?
Nací en Bucaramanga. Ella experimenta conmigo y yo experimento con ella.
¿Se considera más ilustradora o escritora?
¿Tiene que haber una división tajante? Ambos son trazos. Desarrollé la habilidad de dibujar para contar historias de otra manera…entonces diré que escritora.
¿Qué consejos les daría a los jóvenes escritores que leen su libro?
No lean twitter, no revisen el muro de su Facebook, abandonen toda creencia romántica. Enciérrense en su cuarto con unos libros bien elegidos, pronto la vida vendrá a sacudirlos.
Selección y traducción de la poesia de la escritora argentina
Reseña de la novela del escritor colombiano Roberto Segrov, Anatomía del abismo, publicada en 2020
Una lectura del poeta oaxaqueño Enrique Frías, quien como todos los poetas de Latinoamérica, se lanza a una búsqueda de la oscuridad de los tiempos y de la memoria.
Reseña de Desastre lento de la poeta Tania Ganitsky
"Cuando Amanda apareció, algo casi invisible, como la dirección del viento, cambió". Aquí, un cuento de amor, sinuoso y atrapante.
Esta fue la conversación entre Santiago Sepúlveda y Elisa Estévez, a propósito de su novela "Atala y Elisa".