
Un intento de mostrar que el tigre o, en este caso, el discurso histórico, nunca es como lo pintan.

Nos gustaría comenzar con una presentación de la editorial. ¿Cuáles son sus orígenes y qué la anima?
Santiago Pinzón: Los orígenes legales son de 2014, así como la primera publicación. Pero los emocionales son de muchos años atrás. Irina y yo nos conocemos desde hace más de veinte años y siempre tuvimos la idea de tener una editorial o una librería. El tema siempre estuvo muy presente.
Irina Luna: Yo me radiqué en Colombia en 1979. Luego, entre el 2004 y el 2012 tuve que volver a Moscú. Durante estos ocho años trabajé para la editorial Progreso, una editorial muy famosa en el mundo del libro. Con ellos comencé a traducir, algo que siempre me había llamado mucho la atención. Ya antes tenía trabajo en Moscú, en universidades y en una escuela de idiomas, pero la idea de vincularme al mundo editorial no me dejaba en paz. Así que un día fui hasta la editorial y conocí a la persona encargada, alguien que hizo historia en la vida editorial de la URSS y de Rusia, Margarita Tarvérdova, de origen armenio, que fue quien encabezó el departamento de traducción de la editorial Progreso prácticamente desde sus inicios.
S: En 2013 nos encontramos nuevamente con Irina acá en Bogotá y volvimos a retomar la idea de entrar al mundo editorial. Hicimos algunos de los primeros contactos para los derechos de traducción del primer libro, Nueva literatura rusa: prosa femenina, un libro que surgió desde el principio de una idea de Irina.
I: Luego vino el trato con los agentes literarios, algo que no es para nada fácil.
S: Claro, es difícil si no eres una editorial ya famosa. Demostrar quiénes éramos fue un proceso complicado, y realmente tenemos que agradecer la confianza que tuvieron en nosotros.
I: Y mucho más después de habernos preguntado por el tiraje… ¡500 ejemplares! Para el mercado ruso, un tiraje pequeño es de 5000.
S: Algún día me encontré con un agente en Barcelona y me preguntó: ¿están seguros de que quieren montar una editorial para traducir literatura rusa en Colombia? ¿Por qué quieren hacer eso? ¡Pues porque nos gusta! Y porque creemos que hay un vacío muy grande en el mercado editorial colombiano y latinoamericano.
I: Un vacío también en el conocimiento, que está lleno de estereotipos.
S: Nosotros desde el principio quisimos apostarle a los contemporáneos. En ese momento, en España estaba funcionando muy bien Nevsky, una editorial española que le apuntó también a un catálogo parecido al nuestro en ese momento y ahora no tiene solamente contemporáneos, sino también “clásicos”. Pero ellos no tenían distribución en Colombia, así que nosotros pudimos intentar llenar ese vacío.
En fin, queríamos poner una editorial con un perfil nuevo en el mercado latinoamericano, aunque en Argentina hay algunos proyectos parecidos. Quisimos también alejarnos de los grandes clásicos, tanto en los contenidos como en la estética de la editorial.
I: Es que la literatura rusa no se acabó a comienzos del siglo XX. ¡Hay mucha y muy buena contemporánea que no se conoce!
¿Cómo se imaginaban que iba a ser el público colombiano que iba a comprar sus libros? ¿Quiénes se imaginaron que iban a ser sus lectores?
I: Sinceramente, a mí no se me ocurrió absolutamente nada. Estaba pensando más en los contenidos que en el público lector. Eso pudo ser un error…
S: Yo fui muy iluso en ese sentido. Desde hace tres años para acá me repito en que el consumo cultural en Colombia no existe.
I: Bueno, yo diría que es incipiente…
¿Y poco arriesgado?
S: Claro, pero eso desde el productor. A mí me preocupa el lector. Aunque nos han agradecido en la endogamia del medio o en las universidades. Pero esta es una sociedad muy televisiva, en la que no hay suficientes reseñas en periódicos, por ejemplo. Incluso, si existiera una crítica así, medianamente masiva, tampoco existe un público que la lea y salga el domingo en la mañana a correr para comprar el libro que le recomendaron en el periódico. Es un público que todavía tenemos por construir, pero esa es una tarea agotadora…
Ustedes comenzaron por la colección de literatura rusa, pero luego abrieron una nueva, de literatura nórdica, en la que están autores de Noruega e Islandia. ¿Por qué ese salto de lo raro a lo aun más raro?
S: En el caso de Mengele Zoo, todo fue muy circunstancial, muy azaroso. Un primo mío es profesor en Oslo y me recomendó el libro. Me dijo que teníamos que publicarlo, porque allá estaba en furor. Nosotros buscamos mucha información y resulta que había sido muy bien recibido en Francia. Nos gustó también que estuviera ambientado en Latinoamérica y que le hubieran puesto la etiqueta de “ecothriller”, que nos llamó mucho la atención. Bueno, y que en Noruega había vendido ¡250.000 ejemplares! Así que nos lanzamos, aunque la tirada fue solo de 500 ejemplares… Terminamos contactados con Norla, una institución patrocinada por el Ministerio de Cultura noruego, que se encarga de difundir la literatura noruega en el mundo, a través de becas y subvenciones para traducción. Así que poco a poco fuimos negociando todo, en un proceso muy lento… Tan lento que, aunque habíamos comenzado los trámites antes, alcanzamos a negociar y publicar Carta en respuesta a Helga, la novela islandesa, antes de publicar Mengele Zoo.
I: En ese caso, fue más fácil porque la traducción ya estaba hecha. Y era, además, una traducción hermosa, muy bien hecha.
¿Por qué les pareció tan buena?
I: Porque tuve la sensación de estar leyendo un texto original, como si hubiera sido escrito desde el principio en español. Está tan bellamente redactado, es tan coherente, tan fluido…
S: ¡Estaba lista! Solo tuvimos que cambiarle algunos hispanismos y ya. Enviamos la aplicación a Islit, que es el Centro de Literatura Islandesa, con una misión como la de Norla, para que nos dieran una beca. Y nos la ganamos. En medio de todo, fue fácil.
Con Mengele Zoo sucedió algo muy diferente, porque nos costó mucho trabajo llegar a una traducción que nos gustara. Tuvimos que ir y venir muchas veces para encontrar la mejor forma de ponerlo en español.
I: También creemos que teníamos conceptos diferentes de la relación entre traductor y editor. Además, no teníamos a nadie que pudiera revisar la traducción, porque fue imposible conseguir a un traductor del noruego que viviera acá. El traductor, por ejemplo, nos dijo que solo hacía una traducción técnica y que nosotros cambiáramos lo que consideráramos que debía cambiarse o pulirse, pero eso no nos pareció adecuado.
S: Finalmente llegamos a un gran acuerdo y la traducción quedó muy buena. Estamos muy contentos y al libro le ha ido muy bien.
Ahora dijeron que en Colombia no encontraron traductores del noruego, ¿pasa igual con el ruso?
I: Nosotros preferimos trabajar con los traductores cubanos. Ellos tienen una gran tradición que lastimosamente no se conoce. Y el Instituto Cubano del Libro es una gran institución con la que hemos podido trabajar muy bien. Eso no quiere decir, claro, que no haya grandes traductores del ruso en Colombia. Lo que pasa es que es difícil ponerse de acuerdo con cada uno de ellos porque tienen otros trabajos, otras fuentes de ingreso, porque de la traducción literaria no se puede vivir.
S: Por ejemplo, con Marcia Gasca, la traductora cubana de Concierto póstumo de Jimi Hendrix y de A orillas de la noche, tenemos una gran relación. Ella trabaja para el Instituto Cubano del Libro y hace una labor maravillosa. Y, además de ser traductora para nosotros, está muy pendiente de la editorial, nos recomienda títulos, nos da consejos… Ella fue, por ejemplo, la que nos contactó con Daur Nachkebia.
Hablando de recomendación de títulos, ¿ustedes cómo escogen los títulos del catálogo?
I: ¡Las recomendaciones de los traductores son fundamentales!
S: Y también que ya conocíamos a algunos de los autores, como Andrei Kurkov y Boris Akunin, por ejemplo, que son muy conocidos en Rusia y en Europa en general, incluso en Asia. Son autores con una gran relevancia en otros lugares del mundo.
¡Hay tantas obras que valen la pena! Hay que publicar para conocer otras culturas, así como nosotros queremos que nuestra literatura se conozca en otros lugares. Esa, por ejemplo, es otra tarea que nos gustaría hacer: volvernos agentes de escritores colombianos en Rusia. Lo estamos intentando.
¿Han pensado en ser editores de literatura colombiana allá?
S: Sería muy difícil para nosotros, porque tendríamos que estar viajando constantemente, pues desde acá es imposible. Pero sí nos interesa la figura del agente literario. No lo vemos tan inmediato como nos gustaría, pero seguramente a mediano plazo podemos hacerlo funcionar.
Nos gustaría hablar de Picos y patas, que nos llamó mucho la atención porque está “inspirado en la obra de Vitali Bianki”. Eso quiere decir que no es exactamente una traducción, sino una adaptación. ¿Cómo fue ese proceso?
I: Sí, lo que hicimos fue tomar un libro que lo que busca es presentar las aves rusas a un público infantil, y adaptarlo a Colombia. Para eso tuvimos que reescribir su contenido bajo la supervisión de un famoso ornitólogo colombiano, Óscar Laverde. ¡Es que la literatura rusa nació de la adaptación! El mismo Pushkin, que es todo lo que somos los rusos, hizo muchas adaptaciones de cuentos populares. Por él empezó la literatura rusa, es decir que comenzó con adaptaciones. Por eso quisimos continuar la tradición rusa de adaptar esta obra al contexto colombiano.
S: Quisimos además darle un valor científico y no solo literario. Por eso contactamos a Óscar Laverde, que ha trabajado con el Instituto Humboldt.
I: Obviamente lo primero que hizo cuando vio la primera traducción fue tacharlo todo: “¡Eso no existe acá!”. Estudió cada palabra y cada ilustración con mucho rigor. ¡Fue un trabajo de tres años! Ahora nos encanta.
¿Qué queda entonces del original de Bianki?
I: La trama, principalmente: una conversación entre diferentes pajaritos, que discuten quién tiene el mejor pico o las mejores patas. Todo para demostrar que cada uno tiene los picos y las patas que necesita. Es una forma muy hermosa de enseñar las razones de las cosas en la naturaleza, que pone a pensar a los niños de una forma creativa.
¿Por qué sería entonces necesaria la traducción y la adaptación? ¿Qué funciones cumplen o pueden cumplir?
I: La literatura se parece en algo al comercio: se sofoca en el aislamiento. Se agotan los temas. Traducir es brindarle al lector una posibilidad de ampliar su espectro de conocimiento. Como seres humanos tenemos que abrir nuestro horizonte. ¿Quién sabía antes algo sobre Abjasia? Pues hoy, en Colombia, los lectores de A orillas de la noche (que solo había sido traducido al serbio) conocen sobre la guerra entre Georgia y Abjasia, un país que a propósito no está reconocido por Colombia. La realidad del Cáucaso ya no es desconocida para los lectores colombianos de Nachkebia y esa es una gran labor de la traducción.
Sucede, por ejemplo, que los sistemas literarios endogámicos terminan repitiéndose. Las obras terminan pareciéndose tanto que son repetitivas. Para eso, la literatura traducida siempre trae un aire nuevo. ¿Cómo llegó a las letras Gabriel García Márquez? ¡Por literatura traducida!
Bueno, pero no solo el hecho de la diferencia interpela. No solo por leer algo de algún lugar remoto me voy a sentir interpelada como lectora. Esa labor curatorial de los editores y traductores tiene que ir más allá de presentar algo lejano. ¿Cómo es el proceso de encontrar esa posible afinidad que le hable a los lectores de acá?
S: Bueno, por ejemplo con A orillas de la noche, siempre lo repetiremos, el tema del posconflicto fue clave. Es una novela pacifista sobre un conflicto muy lejano que, sin embargo, se siente cerca.
I: ¡Y, además, en una forma nueva de escribir sobre ese tema!
S: Era necesario para nosotros publicar ese libro en el momento en que fue publicado. Hoy es vigente acá y creo que seguirá siéndolo por mucho tiempo.
¿Cómo les ha ido con la distribución en otros países?
S: La movilidad del libro en Latinoamérica no funciona. Nada más enviar un Picos y patas a Bucaramanga nos cuesta casi 20.000 pesos, un valor que tenemos que sumarle al comprador. Ahora, imagínate enviarlo a otro país. Mengele Zoo nos lo han pedido en países europeos, pero los envíos son muy caros. Por ejemplo, lo quisieron para un club de lectura en España, pero la cotización más barata para el envío nos salía en 1’300.000 pesos…
La solución a esto tiene que ser gubernamental: hay que bajar aranceles de importación y exportación para libros. Esos aranceles lo único que hacen es fomentar la piratería. ¡La movilidad del libro es fundamental! Mucha economía naranja que no sirve para nada a nuestro sector, que está apoyando industrias culturales con mucho riesgo, pero que no puede sacar sus libros de Bogotá. ¡No tiene sentido!
Por otro lado, acabamos de firmar un contrato con una imprenta que realmente es una asociación de imprentas por demanda en España, Uruguay, México, Perú, Argentina… El precio se sube en un porcentaje pequeño, pero le permite a cualquier lector en esos países conseguir un libro de otro país que antes no habría podido conseguir por limitaciones de distribución. Es una gran opción. Seguiremos buscando soluciones.
¿Cómo condicionaría la traducción esa posibilidad de movilidad, por los localismos que pueden tener sus traducciones?
I: Eso lo hemos discutido mucho. Al principio, apostamos por algunos localismos pero varias personas nos dijeron que les sonaba muy raro leer un autor ruso que de repente saliera con un bogotanismo. Entonces pensamos en que, si queríamos hacer una traducción más universal, o bueno, más neutra, teníamos que evitarlos. Porque además, los localismos realmente no son tan difíciles de traducir. En todas partes existen equivalencias, más o menos exactas.
S: Luego nos pasó con una traducción cubana: venía con muchos localismos. Pero pensamos: ¿por qué leemos a Padura sin ningún problema y entendemos sus localismos, pero no vamos a leer una traducción que se nota que es cubana? ¡En Latinoamérica hemos leído toda la vida las traducciones españolas de Anagrama y no tenemos ningún problema! Como lectores tenemos que estar más abiertos a esas otras formas del español. Así que si alguien en otro país quiere leer alguna de nuestras traducciones, pues tendrá que leer algunos localismos colombianos. Que acepten que es una traducción publicada acá. Esos casos de películas en español latinoamericano que subtitulan al español de España no tienen ningún sentido.
¿Qué viene ahora para ustedes? ¿Qué retos tienen?
I: Nos interesa incursionar en la poesía. Tenemos una gran traducción de Aleksandr Blok, que no es muy conocido en el exterior, hecha por un poeta cubano. Nos encantaría publicarla.
S: Lo único que nos detiene es la plata. Nuestro ideal es publicar diez o doce libros al año. Más se nos saldría de las manos. Pero por ahora vamos de a tres. No tenemos con qué publicar más. Además, si no se construye un público no solo lector sino comprador, es todavía más difícil. La editorial es una empresa y necesita dinero para sobrevivir. Esperamos que la rentabilidad se vea compensada.
Sin embargo, estamos muy orgullosos de nuestro catálogo y del hecho de que el 30% de nuestro catálogo esté reconocido por instituciones tan prestigiosas y serias como IsLit, Norla o el Instituto de Traducción de Moscú. Creemos que son credenciales muy buenas, y eso es lo que nos anima cada vez que nos sentimos alicaídos.
Un intento de mostrar que el tigre o, en este caso, el discurso histórico, nunca es como lo pintan.
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