Un huracán de palabras. Reseña de "Frankétienne de antología".

Por: Yessica Chiquillo Vilardi

Arte por: Jennifer Vélez

Poco importan el libro intraducible y su cuerpo ilegible,
si la supuesta realidad ya no tiene sentido

Frankétienne

 

Bajo el subtítulo de ‘herencia’ hay un breve párrafo autobiográfico que señala el origen de Frankétienne (Haití, 1936): hijo de una campesina, Annette Étienne, que fue violada a los trece años por su padre adoptivo Benjamin Lyles, hombre estadounidense que luego de su abominable acto se escapa sin dejar rastro, como por los ductos del sanitario que tenemos de imagen en esa misma página; acaso este gesto visual nos confirma a dónde van a parar los genes viles. Gracias al reconocimiento de esta unión indigna, el mismo Frankétienne se declara más adelante padre de sí mismo, con la convicción de que solo necesita de una madre para honrar su origen. De esta manera, empezamos a conocer a este enigmático escritor haitiano, con las primeras páginas del libro publicado por Lasirèn Editora en los albores del mes de noviembre de 2016, mismo año en que sale a la luz este proyecto editorial, nacido en Colombia y encabezado por la traductora y doctora en Estudios culturales e hispánicos, Mónica María del Valle.

La tarea ambiciosa de Lasirèn Editora es, tal como su nombre en creol haitiano lo indica, la de seguir el llamado de las aguas por donde este espíritu protector navega. Así, una de sus labores se concentra en traducir al español obras de autores de esta gran cuenca pelágica que llamamos el Caribe, que “no es solo un lugar donde el intercambio lingüístico halla un intenso y fascinante espesor; es un lugar donde los bordes nacionales, así como los linderos lingüísticos, se hacen muy porosos” (Del Valle, 2017, p.4). Si “todo hombre es como una isla encerrada en su dolor” (2016, p.20), precisamente este libro, traducido por Gertrude Laprade y Mónica del Valle, es un puente que nos permite acercarnos a este artista que desde un rincón del Gran Caribe busca a grandes aullidos ser escuchado.

Este libro collage reúne comentarios autobiográficos, fragmentos de obras escritas, dibujos y pinturas de Frankétienne, además de las fotografías tomadas por Rodney Saint-Éloi (Haití, 1963) que revelan la intimidad de este escritor haitiano que “circula desnudo en su pequeño castillo de muros” (2016, p.13). Como un cuerpo, este libro es un manojo de tejidos que juntos conforman una idea aproximada de la conciencia de este artista, su herencia, su confrontación con una lengua ajena, el francés; su relación con el creol, lengua materna que empezó a ser materia prima de su escritura a sus 39 años de edad; los lugares de arraigo que lo vieron crecer, su encuentro con el arte, los principios del espiralismo, movimiento que nace de sus reuniones literarias con René Philoectète, Jean-Claude Fignolé y otros escritores; sus implicaciones políticas, sus desperdicios de ilusiones y pedazos de sueños.

Ante la pregunta en francés “¿cómo te llamas, pequeño?”, Frankétienne, de tan solo cinco años y medio, se mantuvo taciturno, confundido, mudo por su desconocimiento de aquella lengua que no demoró en paladear, en desmenuzar con un diccionario Petit Larousse, hasta aprendérselo todo de memoria, hasta volverse un huracán de palabras. Años más tarde, su iniciación a la palabra poética disidente y transfigurativa empieza con la lectura de Rimbaud, Lautréamont, Apollinaire y otros cuerpos celestes del cosmos surrealista. Luego aquel blanco bastardo, llegado al mundo a contra-corriente, “por pura necesidad pulsional fisiológica” (2016, p.25), se declara también megalómano en su máxima expresión, porque solo de esta manera enaltece su arte y lo aleja de las sombras de la mediocridad. Dicha grandeza se consolida en su exilio interior, en su soledad, en una época en la que, mientras todos huían de las fauces de la dictadura de Duvalier, él se encierra en su recinto y aprende a sobrevivir en la oscuridad, a chupar la miel oculta de las tinieblas, a encontrar una voz propia, disonante, alejada de las demás tendencias estéticas. Es así como Frankétienne decide refugiarse en el arte. Como toda artista, él se queda sin aliento después de cada producción grande culminada. Por tanto, para recuperar las fuerzas y atrapar nuevas bocanadas de aire, explora otros géneros de creación; de ahí su cualidad polifacética: pintor, escultor, dramaturgo, novelista, poeta, músico. Vemos, por ejemplo, en su producción pictórica una alianza entre lo abstracto y lo figurativo, en los rostros cuyas masas fluctuantes arrojan quejidos, llantos y miradas de horror.

Ahora está al alcance de nuestras manos este ‘libro ebrio y libre’ que nos conduce por un pasaje de distintas sensaciones: nos invita a oler la carne putrefacta de los mataderos, recuerdo de los cuerpos torturados por los Tonton Macoutes; a recorrer las calles nocturnas de Puerto Príncipe, ciudad “atestada de trampas, erizada de tiestos y espinas” (2016, p.108). En suma, con estas páginas diversas podemos armarnos un retrato no solo de Frankétienne, sino también de Haití, aquel pedazo de la isla que ha sido golpeado por las atrocidades de la dictadura y las ráfagas de vientos huracanados.

 

Franketienne de antología
Lasirén editora
Bogotá
2016
179 páginas

 

Referencias

Del Valle, Mónica (2017). “Apuntes preliminares: el creol y la traducción literaria en el Gran Caribe”. Mutatis Mutandis. Vol. 10, No.1. 2017, pp. 4-18 

Frankétienne (2016). Frankétienne de antología. Traducido por Gertrude Martin Laprade y Mónica Mária del Valle. Prólogo para la versión en español por Juan Duchesne-Winter. Lasirèn Editora, Bogotá. 179 pp.